jueves, 29 de marzo de 2012

El príncipe de la niebla (I)


"Recorrió con la mirada cada una de las estatuas envueltas en los tallos de la hierba salvaje que se agitaba al viento hasta detenerse de nuevo en el gran payaso. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y dio un paso atrás. La mano de la figura,  que segundos antes había visto cerrada en un puño, estaba abierta con la palma extendida, en señal de invitación. Durante un segundo Max sintió que el aire frío del amanecer le quemaba la garganta y pudo escuchar el palpitar de su corazón en las sienes."

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